Discurso del presidente Lula en la apertura de la COP30, en Belém (Pará)
Quería decirles que es muy difícil hablar sin antes poder homenajear al pueblo de Pará.
Ustedes, que han venido de otros países para participar en esta convención, por favor, presten mucha atención: van a participar en un evento en un estado que tiene un pueblo maravilloso. Verán hombres y mujeres muy alegres, muy educados, que les cuidarán aquí en esta ciudad como jamás han sido cuidados.
Quiero agradecer a mi equipo de la Casa Civil, representado por Rui Costa [ministro], y al gobernador Helder Barbalho [Pará], por la realización de esta hazaña de hacer la COP en el corazón de la Amazonía, en el estado de Pará y en la ciudad de Belém.
Aprovechen esta ciudad, aprovechen esta alegría, la belleza, el encanto, el cariño y el amor de los hombres y mujeres que les recibirán. Y, sobre todo, aprovechen la culinaria de Pará.
Aquí van a comer platos que no han probado en ningún otro lugar del mundo, quizás el mejor pescado.
Y no se olviden de comer la maniçoba. El intérprete puede traducir bien eso, porque estamos en una disputa entre Pará y Bahía para ver cuál es la mejor maniçoba.
Y quería decirles que hacer la COP aquí es un desafío tan grande como lo es acabar con la contaminación en el planeta Tierra.
Hubiera sido más fácil haber hecho la COP en una ciudad establecida, que no tuviera problemas, pero nosotros decidimos aceptar el desafío de hacer la COP en un estado amazónico para probar que, cuando se tiene disposición política, cuando se tiene voluntad y cuando se tiene compromiso con la verdad, se demuestra que para el ser humano no hay nada imposible.
Lo imposible es no tener el valor de enfrentar desafíos.
Por lo tanto, mis felicitaciones a ustedes, delegados y delegadas, representantes de gobiernos, y al pueblo de Pará, felicitaciones por darnos a todos esta lección de civilidad.
Esta lección de grandeza humana que prueba que, si los hombres que hacen la guerra estuvieran en esta COP, se darían cuenta de que es mucho más barato destinar 1 billón 300 mil millones de dólares para acabar con un problema que destinar 2 billones 7 mil millones para hacer la guerra, como hicieron el año pasado.
Hace más de 30 años, en la Cumbre de la Tierra, los líderes mundiales se reunieron en Río de Janeiro para debatir sobre el desarrollo y la protección del medio ambiente.
En aquel entonces el multilateralismo estaba en su apogeo.
El mundo entraba en la llamada década de las conferencias, de la que surgieron las grandes brújulas que han guiado a la humanidad a lo largo de estas tres décadas.
Entre ellas se encuentran el concepto de desarrollo sostenible y el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas, legados vivos de Río 92.
Hoy, la Convención del Clima regresa a su tierra natal.
Recorre el camino de vuelta para recuperar el entusiasmo y el compromiso que impulsaron su nacimiento.
Durante las dos próximas semanas, Belém será la capital del mundo.
Negociadores, gobernadores, alcaldes, parlamentarios, científicos y organizaciones de la sociedad civil formarán parte de este gran esfuerzo colectivo a favor del planeta.
Traer la COP al corazón de la Amazonia ha sido una tarea ardua, pero necesaria.
La Amazonia no es una entidad abstracta.
Quien solo ve el bosque desde arriba, desconoce lo que ocurre a su sombra.
El bioma más diverso de la Tierra es el hogar de casi cincuenta millones de personas, entre ellas cuatrocientas comunidades indígenas, repartidas por nueve países en desarrollo que aún se enfrentan a enormes desafíos sociales y económicos.
Desafíos a los que Brasil se enfrenta con la misma determinación con la que ha superado las adversidades logísticas inherentes a la organización de una conferencia de esta envergadura.
Cuando ustedes se vayan de Belém, la población de la ciudad conservará las inversiones en infraestructura que se realizaron para recibirlos.
Y el mundo podrá decir, por fin, que conoce la realidad de la Amazonia.
En los días previos a esta Conferencia, jefes de Estado y de Gobierno, ministros de Estado, representantes de organizaciones internacionales y de la sociedad civil se reunieron en la Cumbre de Belém por el Clima.
Lanzamos el Fondo para los Bosques Tropicales para Siempre, un mecanismo innovador que recaudó USD 5,5 mil millones en anuncios de inversión en un solo día.
Adoptamos compromisos colectivos sobre:
» La gestión integrada del fuego;
» El derecho a la posesión de la tierra por parte de los pueblos indígenas y tradicionales;
» La cuadruplicación de la producción de combustibles sostenibles;
» La creación de una coalición sobre los mercados de carbono;
» La alineación de la acción climática con la lucha contra el hambre y la pobreza;
» Y la lucha contra el racismo ambiental.
La Cumbre de Belém fue el punto culminante de un camino en que Brasil invitó a la comunidad internacional a recorrer durante sus presidencias del G20 y del BRICS.
La síntesis de los elementos recopilados a lo largo de este proceso se encuentra en el Llamado a la Acción que lanzamos tras la Cumbre, como contribución a los debates de la COP y más allá de esta.
El cambio climático ya no es una amenaza futura.
Es una tragedia del presente.
El huracán Melissa, que azotó el Caribe, y el tornado que afectó al estado de Paraná, en el sur de Brasil, se cobraron víctimas mortales y dejaron un rastro de destrucción a su paso.
Desde las sequías y los incendios en África y Europa hasta las inundaciones en Sudamérica y el sudeste asiático, el aumento de la temperatura global está causando dolor y sufrimiento, especialmente entre las poblaciones más vulnerables.
La COP30 será la COP de la verdad.
En la era de la desinformación, los oscurantistas no solo rechazan las evidencias científicas, sino también los avances del multilateralismo.
Controlan algoritmos, siembran el odio y propagan el miedo.
Atacan a las instituciones, a la ciencia y a las universidades.
Es hora de infligir una nueva derrota a los negacionistas.
Sin el Acuerdo de París, el mundo se encaminaría hacia un calentamiento catastrófico de casi cinco grados para finales de siglo.
Estamos yendo en la dirección correcta, pero a la velocidad equivocada.
Al ritmo actual, avanzamos hacia un aumento de la temperatura global superior a un grado y medio.
Romper esa barrera es un riesgo que no podemos correr.
Estimados amigos y estimadas amigas:
Nuestro Llamado a la Acción se divide en tres partes.
En la primera parte, insto a los países a que cumplan sus compromisos.
Esto significa:
» Formular e implementar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional ambiciosas;
» Garantizar el financiamiento, la transferencia de tecnología y la capacitación de los países en desarrollo;
» Prestar la debida atención a la adaptación a los efectos del cambio climático.
En la segunda parte, insto a los líderes mundiales a que aceleren la acción climática.
Necesitamos hojas de ruta para que la humanidad supere de manera justa y planificada la dependencia de los combustibles fósiles, detenga y revierta la deforestación y movilice recursos para estos fines.
Para avanzar, se requiere una gobernanza global más sólida, capaz de garantizar que las palabras se traduzcan en acciones.
La propuesta de crear un Consejo del Clima vinculado a la Asamblea General de la ONU es una forma de otorgar a este desafío la importancia política que merece.
En la tercera parte, hago un llamamiento a la comunidad internacional para que sitúe a las personas en el centro de la agenda climática.
El calentamiento global puede empujar a millones de personas al hambre y la pobreza, haciendo que se reviertan décadas de avances.
El impacto desproporcionado del cambio climático sobre las mujeres, las personas afrodescendientes, los migrantes y los grupos vulnerables debe tenerse en cuenta en las políticas de adaptación.
Es fundamental reconocer el papel de los territorios indígenas y de las comunidades tradicionales en los esfuerzos de mitigación.
En Brasil, por ejemplo, más del 13 % del territorio está compuesto por áreas demarcadas para los pueblos indígenas. Quizás aún sea poco.
Una transición justa debe contribuir a reducir las asimetrías entre el Norte y el Sur Global, forjadas a lo largo de siglos de emisiones.
La emergencia climática es una crisis de desigualdad.
Pone de manifiesto y agrava lo que ya es inaceptable.
Profundiza en la lógica perversa que determina quién es digno de vivir y quién debe morir.
El cambio por decisión propia nos brinda la oportunidad de forjar un futuro que no esté marcado por la tragedia.
El desánimo no puede apagar la esperanza de la juventud.
Les debemos a nuestros hijos y nietos la oportunidad de vivir en una Tierra en la que sea posible soñar.
El chamán yanomami Davi Kopenawa dice que el pensamiento en la ciudad es oscuro y confuso, obstruido por el rugido de los coches y el ruido de las máquinas.
Espero que la serenidad del bosque nos inspire a todos la claridad mental necesaria para saber qué debemos hacer.
Que tengan una estupenda COP30.
Muchas gracias.