Discurso del presidente Lula en el acto de apertura del evento en su homenaje en la Academia Francesa
Acepté con gran satisfacción la invitación para dirigirme a esta Academia, que desde hace casi cuatro siglos vela por la lengua francesa con celo y rigor.
Tengo el honor de ser el segundo gobernante brasileño en ocupar esta tribuna.
La presencia de Dom Pedro II en esta casa hace 153 años es testimonio de lo antiguo que es el interés recíproco entre nuestros países.
El Brasil que regresa hoy es republicano y democrático, más diverso y plural.
A lo largo de este período, la consolidación de la República brasileña se nutrió de las fuentes de la Ilustración francesa.
Desde la separación de poderes hasta el derecho civil y administrativo, pasando por el lema inscrito en nuestra bandera, "Orden y Progreso", el legado de Francia se hizo sentir en la organización del Estado brasileño.
Los ideales de la Revolución Francesa siguen resonando en la vida política nacional y en otras partes del mundo.
Desde el siglo XIX, la mirada de los viajeros franceses sobre Brasil ha llevado a mi país a verse a sí mismo.
Un ejemplo de ello fue la misión artística francesa de 1816, que desempeñó un papel fundamental en nuestra formación cultural.
En sentido inverso, la producción brasileña ha sido acogida con interés y entusiasmo por el público francés, en un proceso de fertilización cruzada que enriquece a ambos países.
Artistas, músicos, arquitectos y cineastas brasileños han visto aclamadas sus obras en galerías y salones parisinos, han dejado su huella en las calles y edificios de la ciudad de la luz y han sido premiados en el Festival de Cannes.
La fundación de la Academia Brasileña de Letras (ABL), en 1897, también fue una expresión de estas afinidades.
La ABL nació del sueño de intelectuales brasileños de crear, en los trópicos, un espacio de reflexión y creación similar al de la Academia Francesa.
Al frente de este proyecto se encontraba un hombre extraordinario: Machado de Assis.
Nieto de esclavizados, autodidacta, fue una de las mentes más brillantes de la literatura moderna.
Machado no solo fundó la ABL, sino que también la presidió durante más de diez años, siendo aclamado por sus iguales y admirado por los críticos franceses.
El vínculo entre la ABL y la Academia Francesa es testimonio de la comunión de mentalidades entre dos países que entienden que la palabra, para mantenerse plena y viva, necesita instituciones que la cultiven, promuevan y defiendan.
La lengua portuguesa, al igual que la francesa, nació del latín, esa lengua madre que ha moldeado nuestra forma de expresar el mundo.
La variedad brasileña del portugués es fruto de un proceso lingüístico profundamente marcado por la historia.
A la variedad europea del portugués se sumó la familia lingüística tupí-guaraní, hablada por los pueblos indígenas que primero habitaron nuestra tierra.
También se mezclaron lenguas africanas, como el yoruba y el quimbundo, que llegaron en las bodegas de los barcos negreros.
Nuestra lengua, como toda lengua viva, se ha ido reinventando a lo largo de los siglos, acogiendo los dialectos de millones de inmigrantes procedentes de todas partes del mundo: italianos, alemanes, árabes, japoneses, españoles y franceses.
Cada uno de estos grupos legó a Brasil su cadencia, sus palabras y su alma.
Esta confluencia de voces y experiencias, a menudo invisibilizadas, pero nunca silenciadas, moldeó una lengua plural, mestiza, que lleva en su sonoridad la memoria y las luchas de todo un país.
Por eso, hablar de la lengua portuguesa en Brasil es hablar de resistencia, de reinvención y de superación.
Vivimos a diario el desafío de hacer de la cultura una política de Estado, y no solo de Gobierno.
El acceso a los libros, a la música, al cine y al arte en sus múltiples formas debe ser un derecho de todos, y no un privilegio de unos pocos.
Francia es un ejemplo para quienes defienden la diversidad cultural mediante una reglamentación democrática y sólida.
La cultura nunca es ni debe ser estática. Revela, cuestiona y transforma.
En tiempos de extremismos, intolerancia, simplificaciones violentas y discursos de odio, la cultura, con su complejidad y belleza, nos enseña a escuchar y a convivir.
Nos invita a habitar futuros posibles y a construir colectivamente lo que antes solo nos atrevíamos a imaginar.
Por lo tanto, no es casualidad que la cultura sea siempre una de las primeras víctimas de los proyectos autoritarios.
Las guerras culturales, libradas contra instituciones artísticas y universitarias, son intentos de sofocar el pensamiento crítico e imponer visiones del mundo estrechas y limitantes.
Se aprovechan del modelo de negocio de las plataformas virtuales, que monetizan la mentira y la ignorancia y dan más valor a los "me gusta" que a la dignidad humana.
Incluso en tiempos tan difíciles como los actuales, la palabra puede seguir siendo un puente.
Sigue siendo el principal instrumento para el entendimiento mutuo y para la construcción democrática dentro y fuera de las naciones.
En las relaciones internacionales, la palabra es el arma de la diplomacia. Su campo de batalla son las instituciones multilaterales.
Por lo tanto, no hay término más oportuno y necesario para debatir hoy que "multilateralismo".
Estoy seguro de que la continuación de nuestro debate sobre esta palabra será muy provechosa.
Reitero mi agradecimiento por esta invitación, porque sé que esta Academia la ha hecho como gesto de reconocimiento a Brasil y a su pueblo, que creen en el poder transformador de la palabra.
Muchas gracias.