CAMBIO CLIMÁTICO

Santa María: la ciudad donde llovió más en el mundo sufre por el cambio climático

El periodista del equipo de comunicación del G20, ha vivido toda su vida en Santa María, una de las ciudades más afectadas por las lluvias que han devastado Rio Grande do Sul, estado ubicado en el extremo sur de Brasil. Aislado en la ciudad y sin poder salir del estado - el principal aeropuerto, ubicado en la capital Porto Alegre, está cerrado indefinidamente - Fabrício Vargas ha hecho un relato, in situ, sobre la situación de la región, especialmente para la página web del G20 Brasil.

06/05/2024 18:56 - Modificado hace 2 años
Fotos: Marcelo Oliveira/Alcaldía de Santa María/Rio Grande do Sul

Santa María, la ciudad que más precipitaciones recibió en el mundo, el pasado miércoles 1º de mayo, se enfrenta a un reto sin precedentes ante las fuertes lluvias que acumularon más de 400 mm en solo tres días. Rodeada por sus exuberantes colinas y su vibrante comunidad, el municipio se encuentra sumergido por las implacables aguas de una inundación nunca antes vista, que ha marcado el mayor volumen de precipitaciones de la historia local.

Conocida también por el trágico incendio de la discoteca Kiss, en el que murieron 242 personas en 2013, Santa María es un ejemplo más de crecimiento urbano desorganizado, que deja a muchos lugares sin la infraestructura necesaria para hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos, haciendo la situación aún más difícil.

Vivir una situación como esta, en tu propia ciudad, en paisajes que conoces desde la infancia, deja huellas para toda la vida. Es desolador contemplar la escena: a medida que las lluvias torrenciales caían sobre la ciudad, las calles se convertían en ríos, los carros en barcos y las casas en islas aisladas en un mar enfurecido.

En tan solo tres días, más de mil personas se han quedado sin hogar y han tenido que buscar abrigo en los centros de acogida y en las casas de amigos y familiares, y se han registrado dos muertes en la ciudad, causadas por una avalancha de tierra en el Morro do Cechela, uno de los lugares más conocidos de la región. El aislamiento se ha hecho realidad con carreteras que, transformadas en cursos de agua intransitables, cortan el acceso a las ciudades vecinas.

Sin embargo, en medio de la devastación ha surgido un verdadero espíritu de solidaridad y resiliencia. Los vecinos se han unido para ayudarse mutuamente, los voluntarios han arriesgado sus vidas para rescatar a los afectados y los servicios de emergencia han trabajado sin descanso para mantener el orden. La compasión y la unión en tiempos de adversidad se destacan como pilares fundamentales para superar retos como este. Sin embargo, es necesario hacer frente a los fenómenos climáticos mediante prácticas sostenibles para mitigar y prevenir inundaciones como las que están ocurriendo en Rio Grande do Sul.

El 2 de mayo, la ciudad recibió la visita del presidente Lula, acompañado de una comitiva de ministros, que rápidamente garantizó apoyo y ofreció la perspectiva de reconstrucción con la liberación de estructuras, recursos y el trabajo de las Fuerzas Armadas. Pero mientras las lluvias disminuían en la Región Central; en otras partes del estado, la alerta aumentaba en la Región Metropolitana de Porto Alegre, la capital del estado, debido a la subida del nivel del Guaíba, impulsado por las aguas procedentes de los ríos que atraviesan el estado para desembocar en el mar. En otras palabras, la tragedia sigue ampliándose y afectando a más personas.

No hay escapatoria de la realidad que se plantea y que impregna los debates de varios grupos de trabajo del G20: es necesario invertir fuertemente en la gestión adecuada de las cuencas hidrográficas, la preservación de las zonas verdes y la implementación de sistemas de drenaje y retención de agua pueden ayudar a reducir el impacto de las fuertes lluvias y evitar inundaciones catastróficas, que generalmente golpean con más fuerza a los países del Sur Global. Además, es esencial promover el desarrollo urbano de manera planificada y consciente, teniendo en cuenta el uso racional de los recursos naturales y la adaptación al inevitable cambio climático.

Vivir este momento ha sido un viaje lleno de desafíos. Ser testigo de cómo la ciudad a la que amo, los amigos a los que admiro y la familia a la que aprecio hacen frente a la incertidumbre ante una lluvia inminente, capaz de deshacer lo que queda, es una experiencia que nos impulsa a la vigilancia. Más que nunca, es hora de tomar conciencia del cambio climático y buscar nuevas alternativas. Es hora de actuar para que tragedias como la que vive nuestro estado sean solo recuerdos de un pasado doloroso, sustituidos por la esperanza de un futuro en el que prevalezcan nuestra resiliencia y solidaridad.

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