La tributación de los superricos: en el G20, Gabriel Zucman defiende una norma internacional de justicia fiscal
En una entrevista exclusiva, el economista francés e impulsor de la propuesta brasileña que debaten los países miembros del foro, explica la importancia de un impuesto mínimo del 2% sobre la riqueza de los multimillonarios para hacer frente a las desigualdades globales, promover la inversión en los servicios públicos y una economía más justa y sostenible.

Tan necesario como polémico, gravar a los superricos es una de las prioridades de la presidencia brasileña del G20 como forma de movilizar fondos para hacerle frente al hambre y la desigualdad en el mundo. La cuestión se lleva debatiendo en el foro al menos desde el 2013, con avances impresionantes, el respaldo de los países miembros y un importante apoyo popular en la mayoría de los países en los que se ha investigado sobre el tema.
En una encuesta reciente publicada con motivo del Foro Económico Mundial en Davos, en Suiza, Survation realizó entrevistas a un grupo de personas identificadas como el 5% más rico de los países del grupo de las mayores economías del mundo. Los resultados mostraron que el 74% apoyaba el aumento de los impuestos sobre la riqueza para ayudar a resolver la crisis del coste de la vida y mejorar los servicios públicos.
La idea importante aquí es que la propuesta que estamos debatiendo en el G20 aúna la coordinación internacional, por un lado, con la soberanía nacional, por otro. Estamos coordinados internacionalmente para acordar un patrón de imparcialidad, de justicia, pero los países son libres de utilizar diversas herramientas para aplicarlo en su sistema fiscal nacional.
Gabriel Zucman, economista francés y profesor asociado de Políticas Públicas y Economía en la Universidad de California, habló en una entrevista exclusiva para la página web oficial del G20 sobre la propuesta de crear un patrón internacional de tributación progresiva para que los superricos del mundo paguen los impuestos anuales de al menos el 2% de su riqueza. Según el experto, una parte de los 3 mil multimillonarios del mundo no pagan ningún impuesto sobre sus ganancias anuales.
El economista, es uno de los principales impulsores de la propuesta brasileña al G20 en favor de una tributación internacional progresiva que promueva la justicia fiscal, estuvo en Brasilia para una ponencia magistral en el Simposio sobre la Tributación Internacional, organizado por el Ministerio de Hacienda de Brasil, que coordina el Canal de Finanzas junto con el Banco Central de Brasil (BCB). Consulte los temas tratados por Gabriel Zucman.
Impuesto mínimo para los multimillonarios
Tenemos un problema con nuestros sistemas fiscales en todo el mundo: los superricos pagan muchos menos impuestos que el resto de nosotros. La propuesta es crear una nueva norma internacional para poner fin a esta situación. Esta norma es parte del principio de que en cada país los multimillonarios tendrán que pagar cada año al menos el 2% de su riqueza en dólares en impuestos.
Se trata de un impuesto mínimo. Algunos multimillonarios ya pagan más que eso, pero en la mayor parte del planeta pagan mucho menos que eso, a veces absolutamente nada. Lo que implicaría esta nueva norma es que tendrían que pagar un impuesto extra para cumplir el principio básico de la imparcialidad, de la justicia, que dice que: vale, si te haces muy rico, pero no puedes seguir pagando solo cero. Eso no es aceptable. Tienes que pagar al menos el 2%.
Acciones para la efectividad de una tasación global progresiva
Creo que la razón por la que soy optimista sobre las perspectivas del surgimiento de una nueva norma es, en primer lugar: existe una abrumadora demanda popular de este tipo de política en todo el mundo. Cuando pregunta a la gente si apoya un sistema tributario más progresivo, el 80%, el 70% dice que sí, que lo apoya firmemente.
En segundo lugar, hemos conseguido colectivamente, y gracias en gran parte al G20, avanzar en algunas áreas de la cooperación fiscal internacional en los últimos 15 años. Ha habido dos éxitos importantes. Uno es que, en 2013, el G20 aprobó el intercambio automático de información bancaria como nueva norma global. Más de 100 países intercambian ahora automáticamente datos bancarios. Realmente es un marcado cambio con respecto a la era del sigilo bancario extraterritorial, que facilitaba mucho a los ricos ocultar activos. Y la segunda fue la creación de un impuesto mínimo para las empresas multinacionales. En 2021, más de 130 países acordaron que las empresas multinacionales pagaran al menos un 15% de impuestos.
Y en ambos casos, el G20 dio el impulso a estas reformas, que partieron de ahí. Y creo que el siguiente paso lógico es el intercambio automático de la información bancaria. Aplicar la lógica del impuesto mínimo global sobre las multinacionales de los multimillonarios y crear esta nueva norma fiscal mínimo para los multimillonarios globales.
Recomendaciones sobre mecanismos y políticas específicas
Si llegamos a un acuerdo colectivo sobre el impuesto mínimo para los superricos, hay muchas formas de que los países implementen esta norma con sus propias políticas internas. Por ejemplo, creando lo que se conoce como un impuesto sobre la renta presumido, es decir, prediciendo que los superricos obtienen una cantidad considerable de ingreso y gravándolo por dicho ingreso, siempre que paguen al menos el 2% de su riqueza en impuestos.
La idea importante aquí es que la propuesta que estamos debatiendo en el G20 aúna la coordinación internacional, por un lado, con la soberanía nacional, por otro. Estamos coordinados internacionalmente para acordar un patrón de imparcialidad, de justicia, pero los países son libres de utilizar diversas herramientas para aplicarlo en su sistema fiscal nacional.
Importancia de la cooperación internacional

La cooperación internacional es esencial, porque existe el riesgo de una carrera a la baja en la tributación, ofreciendo las tasas de impuesto muy bajas, gravando a cero a los multimillonarios para atraerlos, socavando la capacidad de otros países para gravar a sus residentes ricos. Para evitar este riesgo, la herramienta más poderosa es disponer de una norma internacional común, que contemple todos los lugares: los superricos deben pagar al menos el 2% de su riqueza. ¿Es demasiado? ¿No es demasiado? Pero es una buena cifra, teniendo en cuenta el potencial económico y la resistencia política a este tipo de impuesto. Lo primero es reconocer que hemos conseguido, en gran parte gracias al G20, avanzar en la creación de nuevas formas de cooperación fiscal internacional.
A casi todo el mundo le parecía una utopía imaginar que algún día los países pudieran ponerse de acuerdo sobre una tasa mínima de impuesto para las empresas multinacionales. Esto se consideraba imposible. Las empresas multinacionales son muy poderosas. Los países quieren atraerlas ofreciéndoles las tasas de impuesto bajas. Se pensaba que la competencia fiscal internacional era una especie de ley de la naturaleza. Que éramos impotentes y que eso nunca cambiaría.
Pero eso ha cambiado, gracias al liderazgo del G20. Y ahora sabemos que la competencia fiscal internacional no es una ley de la naturaleza. Es una elección política. Podemos optar por tolerarla, pero también por contenerla, y elegir la coordinación frente a la competencia. Y esta es una fuente muy importante de optimismo.
Pero eso ha cambiado, gracias al liderazgo del G20. Y ahora sabemos que la competencia fiscal internacional no es una ley de la naturaleza. Es una elección política. Podemos optar por tolerarla, pero también por contenerla, y elegir la coordinación frente a la competencia. Y esta es una fuente muy importante de optimismo.
Esfuerzo por una economía sostenible y justa
No quiero pecar de ingenuo. Las personas muy ricas que se verían afectadas por este impuesto mínimo del 2% no son numerosas. Hay unos tres mil multimillonarios en el mundo, pero son poderosos y defienden sus intereses y lucharán contra este tipo de medidas. Pero creo que algunos de ellos, quizá muchos, o la mayoría, también pueden darse cuenta de que les conviene aceptar este tipo de ataques (a la concentración de la renta).
Sabemos que, si la globalización se traduce en una desigualdad cada vez mayor, la riqueza de los multimillonarios crecerá mucho más rápido que la de todos los demás. Es poco probable que esto sea sostenible. Para que se beneficien tanto, realmente les interesa una economía más sostenible y justa.
Esta propuesta es un primer paso hacia lo que podría llegar a ser una globalización más sostenible y justa que sea beneficioso para todos, incluidos los contribuyentes involucrados.
Tasación progresiva y desigualdad
La tributación progresiva es quizá una de las instituciones más importantes de las sociedades democráticas. Un sistema tributario progresivo es esencial para crear confianza en los gobiernos y cohesión social, para financiar los servicios públicos, que son los principales motores del crecimiento económico; para garantizar la educación para todos, la sanidad, unas buenas infraestructuras públicas. Es importante para regular la desigualdad y evitar una concentración excesiva de la riqueza. Por eso es tan importante luchar por ella.